La primavera es una de las estaciones más agradecidas para subirte a la moto. Las temperaturas acompañan, los días se alargan, el asfalto va ganando temperatura y todo invita a rodar más. Pero si eres de los que sufren alergia, también es el momento del año en el que te toca lidiar con estornudos, picores y ojos llorosos justo cuando más te apetece disfrutar de la carretera.

La exposición directa al entorno hace que ir en moto durante los picos de polen sea más complicado para quienes tienen alergia. A diferencia del coche, aquí no hay filtros ni climatizador que te protejan. Pero eso no significa que haya que renunciar a rodar. Con algunas precauciones, se puede disfrutar de la primavera sobre dos ruedas sin tener que pasarla estornudando a cada curva.

Síntomas que afectan más de lo que parece

La alergia no es solo una molestia leve. Estornudar varias veces seguidas en pleno atasco o en medio de una curva no es precisamente lo ideal. El lagrimeo constante puede dificultar la visibilidad y, si además sumamos congestión nasal o cierta fatiga, el cóctel no es el mejor compañero de viaje. Y si encima recurres a antihistamínicos que provocan somnolencia, el riesgo se multiplica.

El casco, tu mejor aliado

En este caso, el casco juega un papel más importante que nunca. Un casco integral, bien ajustado y con buen sellado, puede marcar la diferencia. Cuanto menos aire del exterior entre, menos exposición al polen tendrás. Si además cuentas con pantalla solar integrada o visera oscura, también reducirás la irritación ocular provocada por el viento y la luz.

Para los más sensibles, usar una mascarilla fina debajo del casco —como las que muchos seguimos usando en invierno— puede ayudar bastante. No es lo más cómodo del mundo, pero en trayectos largos o zonas de alta concentración de polen, se nota.

Limpieza: algo más que estética

Durante esta época conviene prestar atención extra a la limpieza del equipo. El polen se queda adherido al casco, a la chaqueta, a los guantes… y si no lo eliminamos, acabamos respirándolo una y otra vez. Un repaso frecuente con un trapo húmedo en las superficies más expuestas y limpiar la visera con regularidad puede reducir mucho la exposición.
Y un detalle que suele pasar desapercibido: cuidado con dónde aparcas. Dejar la moto a la sombra de un árbol en flor puede ser muy tentador, pero a cambio te puedes llevar un buen extra de polen en el asiento, los puños o incluso en la entrada de aire del casco.

En ciudad o en carretera, cada entorno tiene lo suyo

Moverse en moto por ciudad durante la primavera también tiene lo suyo. La combinación de polen y contaminación hace que los síntomas se agraven, y aunque el ritmo sea más lento que en carretera, los estornudos o la fatiga también pueden pasarte factura.

En carretera abierta, sobre todo en zonas rurales o con mucha vegetación, la exposición es directa. Es habitual encontrarse con zonas especialmente cargadas de polen, sobre todo por la mañana y al atardecer. En este caso, una buena planificación de rutas y horarios puede ayudarte a evitar los momentos más complicados.

Y sobre la medicación, mejor con cabeza

Si vas a tomar algo para controlar la alergia, lo ideal es que lo consultes con tu médico. Muchos antihistamínicos de los de antes provocan somnolencia, y eso no es compatible con la conducción, especialmente en moto. Hoy en día hay alternativas que no afectan al nivel de alerta, pero es mejor asegurarse antes de salir a rodar.
Si tienes alergias más serias, lleva contigo tu medicación habitual por si necesitas recurrir a ella durante el día. Como siempre, más vale prevenir que lamentar.

Con la equipación adecuada, la moto en orden y un poco de planificación, la alergia no tiene por qué impedirte disfrutar de la primavera sobre dos ruedas. Al final, se trata de adaptarse, como hacemos siempre los que llevamos años encima de la moto. Porque cuando el asfalto empieza a calentar y los días se alargan, lo que pide el cuerpo es rodar. Y si además lo haces con la nariz despejada, mejor.

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